ARTESANÍA EN EL CINEMA

 

 

1969, noviembre

 

Primeros días de noviembre. Julio Pérez Tabernero quiere debutar como productor de cine contratando a Patino. Dos mecenas y la “cosa” se pone en marcha. Se contrata a un equipo de tres guionistas: el, propio Patino, Alfredo Mañas y el que suscribe. Ya hay una idea bastante clara de qué se va a hacer: una especie de reconstrucción histórica de la posguerra española a través de las canciones que en su día fueron más populares o más significativas.

 

En una primera planificación del trabajo, nos decidimos por ir acopiando datos individualmente cada uno de nosotros. Aparentemente va a haber exceso de material.

 

Casi todas las tardes nos vemos en casa de Patino para dar vueltas al asunto. Nos contamos nuestros recuerdos. Hacemos listas y más listas de los cantables que buenamente nos van viniendo a la cabeza. Julio, por su parte, compra discos en el Rastro de una manera anárquica.

 

Alfredo Mañas ha encontrado una de las mejores piezas: un “long-play” de Miguel de Molina, un marica que canta como los ángeles.

 

Nos instalamos en la oficina de Julio. Para empezar nos imponemos la obligación de trabajar en un tipo de fichas universal y nos repartimos una serie de temas a investigar: cine, artes en general, modas, noticias más importantes…

 

Reunión-cena para firmar los contratos. Se habla de los dineros que ha de costar más o menos la película. De la necesidad absoluta de hacerla en color. De las posibilidades de incluir alguna figura importante de la época…

 

Continuamos con el sistema de trabajar individualmente.

 

Diciembre

 

Mañas deja la película.

 

Continuamos Basilio y yo solos. Las dificultades aparecen ahora. La fecha prevista en principio para entregar el guión (1 de febrero del 70) se hace bastante problemática.

 

Julio, encargado de facilitarnos las canciones que le pedimos nos explica las pegas que va encontrando para comprar los discos que le pedimos. En la Sociedad de Autores no tienen un fichero donde consten todos los datos que precisamos: a veces, incluso, de lo que nos acordamos es de la melodía, pero no de la letra o de su posible título.

 

Basilio y yo vamos de viaje a Salamanca, pasando por Avila. El motivo concreto es hacernos con todas las fotografías que podamos encontrar de los años que nos interesan. En Avila no hay ni fotógrafos de estudio.

 

Ansede, en Salamanca, nos enseña todos sus ficheros. Tiene desde principios de siglo hasta la guerra. Y después ya se dedica a hacer fotografías de carnet, o puestas de sol. Hay muchas fotografías de La Alberca. Pero que nos interese a nosotros, prácticamente nada.

 

En Bejar el Casino Obreo no nos sirve para una idea: rodar una secuencia “en vacío” con los comentarios de una nochevieja de 1948.

 

Julio ha estado en Toledo y Cuenca. Nadie tiene fotos: en los años 40 parece que era un lujo retratarse. O la gente le ha dado vergüenza, pasado el tiempo, verse en aquel trance. O, que es lo más probable, todo el mundo trabajaba con las placas de cristal que luego compraban los laboratorios farmacéuticos para hacer cristalitos de los que se usan en los análisis de sangre.

 

Julio ha conseguido permiso para entrar en los archivos de Radio Madrid. Los ficheros están perfectamente organizados, pero la mayor parte de las cosas que vamos buscando no aparecen. Explicación: el fichero de discos no microsurcos desapareció a manos de la renovación y el neocapitalismo.

 

De todas formas nos ponemos a la difícil tarea de ir grabando hasta 600 canciones con los intérpretes más interesantes para nosotros: Pepe Blanco, Lola Flores, Tomás de Antequera, Conchita Piquer, Juanita Reina…

 

En la oficina y gracias a las casettes que nos ha proporcionado Julio vamos reorganizando todos los discos, haciendo una selección, y fichándolo todo.

 

Tampoco existen en Radio Madrid grabaciones de los programas antiguos (“Cabalgata fin de semana”, “La melodía misteriosa”…) El hilo magnético se usaba sólo para actos oficiales. Quizás en la Discoteca Nacional…

 

En la Discoteca Nacional se calcula que podrá encontrarse algo allá para 1980, cuando la honesta funcionario que nos atiende pueda organizar las pilas de fichas y discos que tiene acumulados en un pasillo.

 

Los datos que nos proporcionan los músicos son fundamentales. García Morcillo nos pone en la pista de la única grabación de “La vaca lechera” que nos sirve. Y nos recuerda su otro gran éxito: “viajera”. Con Monreal tardamos en entrar en contacto, pero al fin nos deja oír “La chunga”, “Tani”, “Que se mueran los feos”, “Pasodoble, te quiero”…

 

Si es difícil encontrar las músicas, aún más lo es encontrar las imágenes idóneas para documentar la puesta en escena que se vaya a hacer.

 

Hacemos una lista de todos los fotógrafos profesionales que aparecen en la guía telefónica de Madrid, y Julio, con su ayudante va a ver uno por uno. Nadie quiere atender otra razón que la del dinero: se conserva, si, negativos de la época. Pero solamente estarían dispuestos a proporcionar copias por trescientas o cuatrocientas pesetas. O el negarse, definitivamente, a facilitar nada para el cine, porque los derechos de imagen no están muy claros…

 

El único archivo fotográfico lo suficientemente completo que existe en España es CIFRA GRAFICA. (Aparte otros, como el ABC que lo reservan para el uso exclusivo de su empresa). Pero hay que revisar los cientos de miles de copias que tienen. Y no nos dan permiso –un permiso muy especial- hasta pasadas las fiestas.

 

Continuamos con las grabaciones y la compra de discos.

 

 

Enero

 

Aún no está claro si la película ha de ser argumental.

(Continuará)