BABELISMO EN EL CINE PANHISPÁNICO

  Ernesto J. Pastor Martín (A.E.H.C.)  

    Prohibido a los materialistas estacionarse en el absoluto; no se asusten ustedes, tan singular frase, no corresponde a una nueva reedición de El Capital de Karl Marx, la explicación es mucho más sencilla: en México, materialista es el que traslada materiales de construcción, y absoluto se refiere a los vados, así de simple. Este es, uno de los cientos de ejemplos oídos en el II Congreso Internacional de la Lengua Española que el pasado mes de Octubre se celebró en Valladolid y en donde se trató, en un panel paralelo, la situación del cine en español en su aspecto industrial. Este panel, dirigido por José María Otero, Director General del Instituto de la  Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, contó con la presencia de importantes guionistas, productores, directores, como Paz Alicia García Diego, Marcelo Piñeyro, Gerardo Herrero, Sergio Cabrera,... que enseguida expusieron, las enormes dificultades de los países del Reino de Cervantes en materia cinematográfica: omnipotencia del cine norteamericano que literalmente masacra a los cines nacionales, mercados reducidos dónde los éxitos son locales y no saltan a otros países,  la diversidad de la lengua, la existencia de millones de personas que no tienen acceso a salas de cine, etc.

    Resulta paradójico comprobar cómo el año 2000, que fue un buen año para las cinematografías de Chile, Argentina y México, con grandes éxitos nacionales, éstos no hayan conseguido traspasar sus fronteras, a pesar de que existe una cierta sensación de homogeneidad cultural de lo hispano (un premio Nobel colombiano se siente como un reconocimiento global a las letras hispánicas). El Chacotero sentimental, un éxito sin precedentes del cine chileno, difícilmente se estrenará en otros países; Amores perros  o Nueve Reinas son excepciones en la privilegiada cartelera española que no se estrenan en otros países hispanos. La existencia de grandes empresas de distribución a nivel panhispánico, sigue siendo una necesidad ineludible. El rodillo del tío Sam, quedaba claramente expuesto con un dramático ejemplo: ¿qué pasaría si una librería tuviera el 97% de sus libros en inglés y sólo un 3% en español?..., pues bien, estos son los porcentajes existentes en el cine colombiano actual.

    Que el cine panhispánico tiene obras de gran valor cultural, quedó suficientemente demostrado en los cinco títulos exhibidos en un pequeño ciclo, que de forma paralela al Congreso, se exhibió en Valladolid con gran asistencia de público: Nazarín, La estrategia del caracol, Un lugar en el mundo, Flores de otro mundo y El coronel no tiene quien le escriba. Bajo el epígrafe de Un cine de ida y vuelta,  inspirado sin duda en la obra de Jardiel Poncela Un marido de ida y vuelta, el Cine y el Español se nos presentan como vínculos de unión y entendimiento entre muy distintos pueblos. Centrándonos en el problema de la Lengua Española, la conclusión del Congreso es clara: no hay que ser prisioneros de la Lengua, existe una voluntad global en el mundo panhispánico por preservar la unidad idiomática, cultivando, al mismo tiempo, su diversidad, enriqueciéndonos mútuamente sin caer en dogmas absolutistas. Entiérrese para siempre la falsa dicotomía entre metrópoli y periferia, el mundo hispánico es un todo único, en el que 352 millones de personas hablan, piensan y sueñan en español, sin olvidar que el 90% de esos 352 millones viven allende los mares y de éstos, 20 millones, ya se han lanzado a la reconquista del Norte rico y anglosajón. Nuestro idioma es un patrimonio compartido declararía Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española. Decía Bernard Shaw, en referencia a los Estados Unidos y a Gran Bretaña, que eran países unidos por un océano, pero separados por un idioma; similar razonamiento podríamos aplicar para Portugal y Brasil, o para el caso de España y Latinoamérica, como a ellos les gusta decir. A este respecto muchos se han preguntado ¿para cuándo un diccionario Español-Castellano?; la respuesta valiente de la RAE ha sido la publicación del Diccionario de la Lengua Española (revisado veintidós veces en tres siglos) y que por vez primera, ha sido consensuado con todas las Academia Hispanas, lo que ha supuesto triplicar la presencia de americanismos, con un balance global de 14.000 términos eliminados por obsoletos y 20.000 nuevas incorporaciones. El limpia, fija y da esplendor, lema dieciochesco de la RAE que Dámaso Alonso criticó en 1956, sigue teniendo plena vigencia en los cuatro continentes, pero ahora, en un proyecto común.

    Las Lenguas son seres vivos y como tal  nacen,  crecen, se reproducen y mueren. Muchos son los lingüistas que establecen una clara correlación con las leyes biológicas de la evolución:  migraciones, selección natural, adaptación al medio,... La evolución, como cambio que es, implica en muchas ocasiones la fragmentación; no podemos pensar en una Lengua Española pura, por la sencilla razón de que ésta nunca ha existido. El mestizaje de la Lengua Española, con sus raíces celtíberas, fenicias, latinas, árabes,...  con los quechuas, los arawak, los guaraní,... fue lo que ahora nos permite hablar de patata, maíz, tabaco, almohada... Carlos Fuentes, en su magistral intervención donde hizo un recorrido soberbio por toda la literatura hispana, afirmaría, el español es una lengua impura, y en su impureza está su valor; para demostrarlo nos habló inicialmente en el mexicano de la calle (el asombro y la incomprensión llenó la Sala), a continuación lo tradujo al castellano actual (y todos respiramos), para finalmente hablarnos en latín (algo se entendía); su intención era clara: para Cicerón, argumentó,  el castellano de ahora sería lo que el mexicano de la calle es para nosotros. Y es gran verdad. ¿Cómo podemos pretender que 352 millones de personas, desde el río Bravo hasta Cabo de Hornos, desde Miami a Filipinas, hablemos exactamente igual, cuando ni siquiera en nuestro país tenemos homogeneidad en el habla y no me refiero a vascos, gallegos o catalanes?. Sólo el vocablo luciérnaga tiene en España más de 50 acepciones distintas. Al problema del léxico escrito, se une la enorme dificultad que plantean los tonos, la fonética de las palabras, del todo incomprensible cuando lo que oímos es el argot de los delincuentes juveniles, con sus muletillas, clichés,... además de la escasa calidad que suele tener el sonido directo en que se graba o las instalaciones sonoras en que luego se reproduce. No es éste un problema que afecte sólo al Español, películas inglesas y australianas ya han sido subtituladas al inglés para poder ser estrenadas en los Estados Unidos. El cine independiente americano, encuentra graves dificultades para estrenarse en otros países de habla anglosajona; son las majors  las que utilizan un inglés comercial vendible o traducible a todo el Imperio. En el pasado Festival de San Sebastián, la película ganadora de la Concha de Oro, la chilena Taxi para tres de Orlando Lübbert, sólo era entendible, en gran parte de su metraje, gracias a los subtítulos en inglés; de igual manera sucedió con De la calle, de Gerardo Tort, película mexicana que se alzó con el Premio a los Nuevos Directores, dándose la coincidencia de que ambas trataban el tema de la delincuencia juvenil.  Películas anteriores como Los olvidados (Luis Buñuel, 1950) o Martín Fierro (Leopoldo Torre Nilsson, 1968) ya reflejaban las dificultades propias del lenguaje; menciono intencionadamente el poema narrativo de José Hernández, escrito en verso y con el habla popular de los gauchos argentinos ¿qué pensarían los guatemaltecos de los versos de Lope de Vega en El perro del hortelano de Pilar Miró?; matrero, escuincle, matucho, albricias,... son ejemplos de estas obras.

    Este año, en la Seminci que acaba de finalizar, se han presentado a concurso dos coproducciones con Argentina El hijo de la novia de Juan José Campanella y Los pasos perdidos de Manane Rodríguez, así como dos producciones enteramente nacionales, Dama de Porto Pim de Toni Salgot y Sólo mía de Javier Balaguer; cualquiera de ellas, presenta cientos de palabras que son ininteligibles a uno u otro lado del charco y que por lo tanto condicionará su posterior explotación comercial. Cuando La perdición de los hombres de Arturo Ripstein fue proyectada en San Sebastián en el 2000, la sensación que se tuvo entre el público asistente fue de desconcierto, la utilización de un mexicano arcaico en desuso, en parte heredado de la abuela de la guionista Paz Alicia, levantaba un muro entre la película y el espectador, nuevamente los subtítulos en inglés facilitaban su comprensión. Cuando se estrenó en las salas comerciales lo hizo con subtítulos del Español mexicano al Español de España; para su guionista, fue ésta una decisión difícil y dolorosa, pero no estaba dispuesta a caer en el doblaje, lo que desvituaría en gran medida el sentido profundamente mexicano de la película, donde la huella de Rulfo estaba presente en sus parajes áridos y en los personajes al garete de la vida. Quizá sea el Español de México el Español que nos resulta más difícil de entender, a este respecto, y como dato acaba de publicarse un Diccionario Breve de Mexicanismos que contiene 6.200 términos. Es lógico pensar que un país de más de 90 millones de habitantes, que constituye la primera colectividad de hispanohablantes del mundo y en colisión permanente con el inglés, viva una continua transferencia y mutación de vocablos. No fue La perdición de los hombres la primera película latinoamericana en utilizar subtítulos, ya en 1999, la película colombiana La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria (nuevamente sectores marginales) tuvo que ser igualmente subtitulada tanto en México como en España. Preguntábase Paz Alicia en voz alta ¿acaso se traduce a Cortázar, a Rulfo, a Carpentier? y la respuesta evidentemente es no; en todo caso, podrán figurar a pie de página algunas notas explicativas. Abro Pedro Páramo de Juan Rulfo por una página cualquiera: rechintola, collón, chicoteándose,...¡y viene sin notas!. Ahora bien, entre la literatura y el cine (ver la versión que hizo de la novela de Rulfo en 1966 Carlos Velo) existe una notable diferencia y es el tiempo que el receptor puede dedicar a la asimilación de lo que lee o de lo que ve y oye. Con el libro en las manos, puedo intentar buscar una traducción, un sentido; en la sala de cine la situación cambia, la comprensión del espectador, al lenguaje me refiero, ha de ser instantánea y si ésta no se produce, el espectador se pierde, se desengancha de la historia que no comprende. La próxima edición de un Diccionario Panhispánico de Dudas ayudará a aclarar cualquier vocablo, otro cuestión será que tengamos que ir al cine cargados de diccionarios: de mexicanismos, de bolivianismos, de madrileñismos,... Recuerdo hace años, cuando se estrenó la película argentina Despabílate Amor de Eliseo Subiela, se nos entregó a la entrada de la sala una hoja donde figuraban palabras que podrían ser desconocidas: faso o pucho (cigarrillo), bajar la caña (ligarse a alguien), guacho (sinvergüenza),... así hasta 39 vocablos y expresiones. De algo sirvió.

    Frente a esta Torre de Babel, existe un hecho incontestable: gran parte de las producciones cinematográficas y televisivas, especialmente las telenovelas, utilizan de forma consciente un Español Neutro, alejado de localismos, entendible por la gran mayoría. El caso de las telenovelas es especialmente curioso, tras una etapa inicial de fuerte raíz nacional y dado el éxito que cosecharon en todo el mundo hispano, han adoptado esa forma Neutra, que les permite ser estrenada sin problemas en varios países; lingüistas de prestigio reconocían en el Congreso que les costaba uno o dos minutos localizar el país de origen. Recientemente un estudio llevado a cabo por varios de los principales periódicos hispanos aseguraba que el 99% de los términos son comunes a todos los países y que tan sólo un 1% correspondían a localismos. Los pueblos indígenas, para poder entenderse entre ellos, utilizan igualmente el Español como si de un esperanto se tratase. Es decir, existe una relativa homogeneidad que debe ser preservada, no se trata de caer en purismos de cortas miras, sino de evitar la degradación del Español, aunque como ya advirtió Horacio en cuestiones de Lengua el uso es más importante que los Césares. Recientemente la portada del USA Today, el diario de mayor difusión de Estados Unidos, afirmaba, en Español, la necesidad de aprender este idioma para poder progresar. La cuestión del espanglish, del que tanto se habla (palabras inglesas que han sido españolizadas) o del engliñol, del que se habla menos (palabras españolas que han sido transformadas al inglés) representa, para la mayoría de los expertos un problema temporal, magnificado por los medios de comunicación y del que se habla muy a la ligera. Y sentencian: la opción del bilingüismo superará monolingüismos degradados. Particularmente tengo mis dudas y como el cine muchas veces se adelanta acertadamente a la realidad, no puedo dejar de pensar en Blade Runner (Ridley Scott, 1982): cuando Harrison Ford nos presenta a Edward James Olmos, nos dice: la jerga que habla es Interlingua, un argot, una mezcolanza de francés, inglés, italiano, español y lo que sea... ¡y estamos en el 2019!. Otra pregunta sin respuesta: ¿y los miles de inmigrantes latinoamericanos, africanos, asiáticos,.. con los que ya compartimos un país y una lengua?. Sin duda, es este un momento clave, en el que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (al igual que ha hecho la RAE) y en consonancia con todas las Instituciones y Organismos Cinematográficos Hispanos, debe promover una Declaración del Uso del Español, auspiciada por los poderes públicos, una especie de Libro de Estilo, que debería girar en torno a tres aspectos fundamentales:  

1.- Siempre que las circunstancias temáticas lo permitan, deberá utilizarse un Español Neutro, entendible por toda la comunidad hispánica.

2.- Los localismos que no se utilicen en otras regiones de habla hispana, deberán ser subtitulados  (chamborote (Ecuador)= persona de nariz larga).

3.-  Podrá utilizarse un léxico que aunque no se emplee en el país, sus habitantes sepan darle un sentido (ejemplos: chévere en España o grifo en México). Los canales televisivos hispanos de los Estados Unidos, así como la prensa en español que allí se edita, ya tienen en nómina a expertos lingüistas que tratan de corregir con su trabajo las desviaciones en el uso de la Lengua Española ¿por qué no hacer lo mismo en el cine?. Un mercado de casi 400 millones de personas está en juego.            

    Terminaba Paz Alicia su ponencia con un alegato a la ñ: La ñ es mi lanza. Viva la ñ, carajo. Pues eso, cada uno a su tarea y que el Espíritu Santo nos ayude como declaró Alvaro Mutis en el próximo Congreso de Zacatecas. Nada más.